martes, 27 de enero de 2015

Realismo extremo en narrativa peruana actual


Escribe: Javier Ágreda
Las tendencias dominantes en la producción literaria suelen tener un movimiento pendular, pasando de un extremo a otro cada cierto tiempo. Esos extremos pueden ser de diversos tipos (por las técnicas, el lenguaje, los temas, etc.), pero la oposición que ahora nos interesa subrayar es narrativa fantástica – narrativa realista. Si hace diez años los más interesantes narradores jóvenes peruanos escribían relatos fantásticos (Luis Hernán Castañeda, Carlos Gallardo, Alexis Iparraguirre, etc.) ahora parece haber llegado nuevamente la hora del realismo extremo, tal como lo encontramos en los más recientes libros de narradores de todas las generaciones, desde Jeremías Gamboa (Lima, 1975) hasta Fernando Ampuero (Lima, 1949), pasando por Carlos Villacorta (Lima, 1976), Orlando Mazeyra (Arequipa, 1980), Cecilia Podestá (Ayacucho, 1981) y Christian Reynoso (Puno, 1978), entre muchos otros.
Autobiografías
Pero incluso dentro de este realismo extremo es posible encontrar diferentes tendencias. La primera es la de las autobiografías, cuyo mejor ejemplo es la novela Contarlo todo, de Jeremías Gamboa, en la que el autor hace un extenso y detallado recuento de su formación como periodista y su paso por los principales diarios y revistas locales. Incluso aparecen conocidos periodistas, con nombres apenas cambiados, protagonizando historias reales. Literariamente mucho más interesante, dentro de esta veta autobiográfica, resulta el libro Mi familia y otras miserias de Orlando Mazeyra, un libro de “autoficción” que mezcla la autobiografía y la ficción narrativa. Así, en más de treinta relatos breves nos presenta diversas versiones de una familia disfuncional en la que en la que el padre es un militar retirado (autoritario y alcohólico), la madre una mujer sumisa y el hijo un inadaptado aspirante a escritor.
Historias reales
En algunos casos, es el afán de contar interesantes historias reales el que ha llevado a estos autores al realismo. Y debido a la proximidad de este tipo de narraciones con el trabajo periodístico, suelen ser protagonizadas por periodistas. Esto sucede en El rumor de las aguas mansas, la novela de Chistian Reynoso, que narra un trágico suceso reciente: el linchamiento del alcalde de Ilave ocurrido en 2004. Detrás de ese asesinato había una vasta y poderosa red de contrabandistas, narcotraficantes y autoridades corruptas que el periodista protagonista tiene que descubrir. En el caso de Loreto de Fernando Ampuero, se trata de la historia de un peligroso pandillero del Callao; un intento de este escritor de radicalizar la propuesta de sus “novelas callejeras”.
Ficciones hiperrealistas
Por último, hay una serie de relatos que, a pesar de ser ficticios apelan, para su verosimilitud, al realismo extremo. Ese es el caso de Alicia, esto es el capitalismo de Carlos Villacorta, que pretende ser un retrato fidedigno de la Lima de los años noventa y de los inicios del llamado “capitalismo salvaje”. Por eso, las paupérrimas condiciones de trabajo de los protagonistas son descritas con una minuciosidad que remite al más radical realismo de los años cincuenta. Por otra parte, Cecilia Podestá reúne en La orina tibia de tu cuerpo un conjunto de relatos que nos llevan a un mundo de sexo, violencia, miseria y crueldad extrema. Son textos breves y de carácter experimental, que muestran apenas una o dos escenas —terribles, propias de la más amarillista crónica policial— de historias no contadas, pero que el lector puede reconstruir mentalmente.
Javier Ágreda (crítico literario)
Fuente: EL MONTONERO

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