sábado, 13 de julio de 2013

La vocación


Por Gabriel Ruiz-Ortega*
La nueva narrativa peruana no atraviesa un buen momento. Lo que vemos, lo que se nos vende, hace rato dejó de ofrecer fuegos. Hemos vivido pues una etapa mentirosa en demasía. Las novelas y cuentarios de hace algunos años, de la gran mayoría de los nuevos narradores peruanos, no son ahora más que fidedignas muestras de victorias pírricas y, pese a su aún corta cronología, tienen a la fecha muchísimas canas, han envejecido prematuramente.
Leer este nuevo cuentario de Orlando Mazeyra, Mi familia y otras miserias, confirma lo que ya se venía sospechando de él: un autor en franca proyección. A diferencia de sus anteriores entregas, estamos ante un conjunto de relatos que en entre líneas abordan la vocación literaria, o mejor dicho, la vocación artística. Mazeyra se muestra cada vez más dueño de sus facultades, maduro en su propuesta y le ha sacado buena ventaja a sus compañeros de generación, puesto que entiende que lo que importa en literatura no es escribir bien —en realidad es lo mínimo que tenemos que esperar de todo escritor— sino transmitir, lo que sea, y si es incomodidad, tanto mejor. Es tal la capacidad de transmisión que logra Mazeyra, que este libro termina ubicándolo como una de las plumas más importantes de la camada de nuevos narradores peruanos.
Si leyéramos más a Mazeyra, indudablemente no diríamos que la nueva narrativa peruana atraviesa un mal momento.


* Gabriel Ruiz-Ortega (Lima, 1977). Es escritor y crítico. Administra el blog  La fortaleza de la soledad Autor de la novela La cacería y de la serie de antologías de narrativa peruana contemporánea Disidentes.

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